Es puntual a la cita, no fuma ni toma, sólo es sexoservidora y aprovecha la tecnología para emplearse. Proporciona un número telefónico, después de entablar contacto donde fija el precio por unos minutos de felicidad. En ese lapso de tiempo puede ser amiga, novia, amante; se puede cambiar el nombre, si el cliente lo prefiere; eso sí, muy cuidadosa a la hora de enamorarse.
Su voz es suave, enamora y
su sonrisa encanta: “Yo no estoy en esto porque me gusta, sino por necesidad.
La vida es difícil cuando se es Transexual y si una no cuenta con dinero, más. Al igual que muchas de
las chicas que se encuentran paradas por las calles; eso sí, soy diferente,
porque vendo mi cuerpo y es de calidad”.
Refirió tener 26 años y
cobrar mil pesos a cada persona por realizar sexo. Por la tarde se va al gimnasio,
al café con sus amigas, aunque su familia cree que tiene otro tipo de trabajo.
La “Flaca”, su nombre de
combate, despierta cada mañana con la cruda realidad de saberse una trabajadora
sexual de las dos mil que existen en la ciudad. El espejo que le da los buenos
días, le indica que ha envejecido un día más y que para evitar las arrugas debe
dormir otro rato, pero considera “que a sus 26 años el tiempo no es oro; sino diamantes".
Revela que a ella le vale lo
que digan sus vecinos, si es que algún día descubren que es una trabajadora
sexual, la cual se mantiene de darle placer a los hombres y ahorrar lo más
posible para tener un capital, para después dedicarse a otra cosa.
La Flaca sale a la calle con
paso seguro, mandando a la “fregada” a todo aquel que trata de alcanzar su torneado talle o siquiera darle una nalgada. Su cabello, su piel suave y su
aroma son otros de los aspectos que embrujan a sus clientes.
La mujer aceptó el encuentro y la entrevista con una condición: nada de fotografías.
La mujer aceptó el encuentro y la entrevista con una condición: nada de fotografías.
Ella no sabe de padrotes,
inspectores u operativos que sobresalten su existencia, va a lo seguro y el
tiempo que invierte.
“Sé del peligro que se
corre, por eso siempre estoy alerta; cada loco que se encuentra una. Por eso,
confío más cuando es un cliente conocido que ha disfrutado de mis caricias.
Hasta me han propuesto matrimonio; quizá más adelante”, relata.
La joven apuntó que
aprovecha la tecnología, donde sube sus fotos; ahí “engancha” a sus clientes;
después del diálogo ofrece sus servicios: Mil pesos. El cliente paga el hotel o
pone el departamento.
Acepta que siente miedo, porque no es fácil estar con un extraño y menos en esas condiciones: “Por eso trabajo con citas por teléfono; es menos riesgoso. Me contratan ejecutivos y, parece nada. Gente de la tercera edad que me ha propuesto matrimonio y tener una vida juntos pero resultan casados”.
Acepta que siente miedo, porque no es fácil estar con un extraño y menos en esas condiciones: “Por eso trabajo con citas por teléfono; es menos riesgoso. Me contratan ejecutivos y, parece nada. Gente de la tercera edad que me ha propuesto matrimonio y tener una vida juntos pero resultan casados”.
En su familia nadie sabe a
lo que se dedica, sólo que ella tiene un buen trabajo, que le va bien, se
costea todos sus gastos. La admiran porque es una chica dinámica, responsable y
solidaria, aunque sólo tenga 26 años, como ella dice que tiene.
La Flaca no usa peluca ni
“pupilentes”, ni mucho menos trata de ser provocativa, porque con su cuerpo es
suficiente.
Su sonrisa, fascinante, deja al descubierto el blanco de sus dientes, los cuales están agazapados en unos labios provocadores, de los cuales salen las respuestas directas, sin titubeos.
Al preguntarle la razón del apodo de La Flaca, ella sonríe y responde: “Es cuestión de trabajo; llámame como quieras, pero cuando me contactes dime simplemente Flaca. No es necesario entrar en detalles, seré lo que tú quieras que sea, haré todo lo que quieras, pero sin decirte mi verdadero nombre”.
El tiempo se fue de las manos, la charla concluyó con un abrazo, un beso en la mejilla y un “hasta luego”, en forma de promesa, para un nuevo encuentro.
Su sonrisa, fascinante, deja al descubierto el blanco de sus dientes, los cuales están agazapados en unos labios provocadores, de los cuales salen las respuestas directas, sin titubeos.
Al preguntarle la razón del apodo de La Flaca, ella sonríe y responde: “Es cuestión de trabajo; llámame como quieras, pero cuando me contactes dime simplemente Flaca. No es necesario entrar en detalles, seré lo que tú quieras que sea, haré todo lo que quieras, pero sin decirte mi verdadero nombre”.
El tiempo se fue de las manos, la charla concluyó con un abrazo, un beso en la mejilla y un “hasta luego”, en forma de promesa, para un nuevo encuentro.
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